
Diente de león: la humilde flor silvestre, mil secretos.
Crece donde nada debería crecer. Lo pisan, lo arrancan, lo niegan. Pero guarda en su raíz el secreto de la limpieza profunda del cuerpo y en su flor una promesa que el viento nunca olvida.


La frase “somos uno”, despojada de poesía hueca, encuentra su sustento en la genética y en las sabidurías ancestrales que lo dijeron antes de que fuera cliché.
Notas de Autor18 de agosto de 2025
Vaneloga
Imaginá una tela fina de red que nos envuelve a todos: pertenezcamos a Buenos Aires, Timbúes o Alaska, esa red está tejida del mismo hilo.
La ciencia lo confirma: nuestra humanidad comparte un tejido común, profundo y esencial.
1. La genética nos hermana: apenas un 0,1 % de diferencia
Cada dos humanos somos 99,9 % iguales a nivel genético. Lo que nos divide cabe en ese 0,1 %.
Es como cambiar un hilo en esa red y pensar que el tejido ya no existe (genome.gov, pmc.ncbi.nlm.nih.gov).
Es decir, de los ~3.000 millones de bases del genoma humano, apenas un pequeño puñado varía entre dos individuos. Esto significa que todos los seres humanos compartimos una herencia genética común muy amplia (genome.gov).
Las fuentes oficiales (NHGRI/NIH) afirman que los genomas humanos típicos son ~99,6 % idénticos. Aunque se habla de 99,9 %, ese valor incluye solo ciertos tipos de variaciones. Incluso sumando todas, seguimos compartiendo el 99 % y medio.
En términos prácticos, esto quiere decir que vos y cualquier persona al otro lado del mundo son genéticamente casi idénticos. Las diferencias visibles (color de ojos, de piel, de pelo) son apenas detalles dentro de una melodía común.
2. Origen común: todos venimos de África
Homo sapiens surgió en África hace unos 200.000 años. Desde allí, grupos humanos se dispersaron por el mundo hace entre 50.000 y 70.000 años .
Todos los humanos actuales descendemos de esos primeros grupos africanos. Existen ancestros comunes genéticos como la "Eva mitocondrial" y el "Adán del cromosoma Y", ambos africanos (pmc.ncbi.nlm.nih.gov).
A medida que migraban, cada grupo llevó solo parte de la diversidad original. Por eso, las poblaciones más alejadas de África tienen menor diversidad genética. En cambio, África conserva la mayor variedad genética humana del planeta .
Este proceso se conoce como "efecto fundador en serie", y es clave para entender por qué la diversidad se reduce cuanto más lejos se está del origen.
3. Una sola especie intercruzante
Las diferencias genéticas entre poblaciones humanas son menores que las que existen dentro de una misma población. Aproximadamente un 85 % de la variación ocurre dentro de cada grupo y solo el 15 % entre grupos distintos (ncbi.nlm.nih.gov).
No existen líneas rojas en el ADN. Las variaciones se distribuyen de forma continua: graduales, no abruptas. Por eso, los genetistas dicen que Homo sapiens es una sola especie global, sin subespecies .
Cualquier humano puede cruzarse con otro y tener descendencia fértil. No hay genes exclusivos de raza. La idea de "razas humanas" no tiene respaldo biológico.
Lo que llamamos "raza" es, desde la biología, una construcción social. La ciencia ha demostrado que no existen genes exclusivos de un grupo humano. No hay bloques genéticos cerrados, sino un tapiz común con matices compartidos.
4. Lo que la ciencia no dice... lo dice lo sagrado
El "somos uno" con fundamento no nació ayer.
El Brihadaranyaka Upanishad plantea la unidad absoluta del Ser: "este yo es Brahman... todos los seres son miel de este Ser".
El Chandogya Upanishad habla de los ríos que confluyen en el mismo océano: el alma individual y la universal son una.
En el Maha Upanishad, la frase "vasudhaiva kuṭumbakam" resume esa verdad: "el mundo es una sola familia".
5. Un modelo trenzado: la evolución como mestizaje
La evolución humana no fue una línea recta. Fue un arroyo trenzado: Homo sapiens se mezcló con neandertales, denisovanos y otros grupos. Esa hibridación nos dio adaptaciones clave (livescience.com).
Por ejemplo, los tibetanos heredaron genes que les permiten vivir a gran altitud gracias a cruces con denisovanos.
Esa mezcla ancestral dejó huellas que hoy siguen vivas en nuestra sangre: en la resistencia a virus, en la forma del cuerpo, en los mecanismos de defensa.
6. Parentescos inesperados: humanos y otros animales
El 98,8 % de nuestro ADN es idéntico al de los chimpancés. Somos primos cercanos que compartimos un ancestro común hace unos 6-7 millones de años (genome.gov).
Con los bonobos ( son una de las dos especies de grandes simios ) compartimos un porcentaje similar, y con los gorilas alrededor del 98 %.
El cerdo (Sus scrofa domesticus), por su parte, comparte con los humanos más de un 98 % de similitud genética en ciertas regiones funcionales, lo que explica por qué se lo usa para trasplantes experimentales de órganos y estudios biomédicos (genome.gov).
También tenemos genes en común con animales menos evidentes: compartimos más del 80 % del genoma con los perros y hasta un 60 % con los pollos. Y sorprendentemente, compartimos más de la mitad del ADN con las moscas y el 40 % con las plantas.
Esto no nos iguala en comportamiento, pero confirma un tronco evolutivo común. La vida en la Tierra tiene una raíz compartida, una música genética que se repite con variaciones.
7. La razón poética: por qué importa entender esta unidad
Si la distancia genética real es tan mínima, nuestras diferencias visibles no tienen peso biológico real.
Entender esto desmantela prejuicios. No somos islas: somos versiones de un mismo cuerpo extendido por el mundo.
La ciencia y la sabiduría antigua coinciden: estamos hechos del mismo barro y sostenidos por el mismo fuego.
Cierre — Tejé hoy tu parte de la red
Pensá en esto: las diferencias que ves son como los colores en una manta andina. Cambia el tinte, pero no la trama. Tu cuerpo, el mío y el de cualquiera están tejidos con el mismo ADN. No es una idea linda. Es un hecho comprobado.
Fuentes:
pmc.ncbi.nlm.nih.gov
genome.gov
ncbi.nlm.nih.gov
livescience.com
scientificamerican.com
ashg.org
amacad.org
integralyogamagazine.org
en.wikipedia.org
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