El renacimiento de los hongos en Argentina

Durante décadas, los hongos fueron vistos como un territorio incierto: o una extravagancia culinaria o una puerta a lo alucinógeno. Hoy, sin embargo, se alzan como emblema de bienestar y sofisticación. Una revolución fúngica, en un tiempo donde el cuerpo busca lo que la mente ya no encuentra: equilibrio.

Notas de Autor07 de noviembre de 2025VanelogaVaneloga

De objeto de sospecha a protagonista de la nueva alimentación consciente, los hongos dejaron el margen y hoy crecen en el corazón de las cocinas, los laboratorios y las dietas argentinas.

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Foto: La Melena de león (Hericium erinaceus), comúnmente conocido como “Houtou” o “Shishigashira” en China y “Yamabushitake” en Japón, se prescribe habitualmente en la medicina tradicional china, ya que su consumo ha demostrado ser beneficioso para la salud humana. La especie se encuentra en todo el hemisferio norte, en Europa, Asia y América del Norte. Crédito: https://funginatur.com/


Hubo una época —no tan lejana— en la que mencionar “hongos” provocaba una sonrisa incómoda o una ceja levantada. En la mesa familiar, nadie sabía bien qué hacer con ellos; en los medios, se los vinculaba más a los delirios de los años sesenta que a la mesa de todos los días. Pero el mundo cambió, y nosotros con él.

Hoy, cuando hablamos de hongos, hablamos de vitalidad. De alimento, de ciencia, de energía que brota de la tierra y regresa al cuerpo. El argentino, históricamente carnívoro y desconfiado de lo extraño, empieza a descubrir que estos organismos —tan humildes como inteligentes— pueden transformar no sólo el menú, sino también la salud.

El cambio cultural es profundo: dejamos de asociarlos con el peligro y los empezamos a relacionar con la potencia. Con lo natural, con lo que sostiene. Y en esa transición se esconde una verdad biológica que apenas empezamos a comprender.

 
La biología del renacer fúngico

Los hongos pertenecen a un reino aparte: el reino Fungi, distinto de las plantas y los animales. Su cuerpo principal, el micelio, se extiende bajo tierra formando redes invisibles que conectan raíces, árboles y minerales.
Son los grandes recicladores del planeta: transforman lo muerto en fértil, lo inerte en sustancia viva.

En términos ecológicos, son los arquitectos del suelo. Gracias a ellos, la vida se renueva sin interrupciones. Y cuando los humanos aprendimos a cultivarlos, comenzamos a participar de ese ciclo.

Argentina, tierra de suelos diversos y climas contrastantes, ofrece condiciones excepcionales para su desarrollo. En las últimas dos décadas, el cultivo de gírgolas, portobellos, shiitake y champiñones creció de manera sostenida en Buenos Aires, Córdoba, Misiones y la Patagonia. Más recientemente, variedades medicinales como el reishi (Ganoderma lucidum), la melena de león (Hericium erinaceus) y el cordyceps encontraron su lugar en laboratorios nacionales y pequeñas granjas biotecnológicas.

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Foto: Cultivo de hongos comestibles a partir de residuos orgánicos en la Patagonia.
Crédito: https://www.argentina.gob.ar/noticias/cultivo-de-hongos-comestibles-partir-de-residuos-organicos-en-la-patagonia




Cómo se consumen: entre el plato y el suplemento

En la mesa argentina, los hongos se integraron al repertorio culinario con naturalidad.

Frescos, se cocinan grillados o salteados en oliva y ajo, acompañando carnes, pastas o arroces.
Deshidratados, se rehidratan en agua o caldo y potencian guisos y risottos.
Molidos en polvo, se usan como condimento umami o base de caldos naturales.
Fermentados o en escabeche, conservan su textura y sabor terroso, ideales para entradas gourmet.
En la alta cocina, el shiitake y la gírgola reemplazan a la carne por su estructura fibrosa; el portobello se sirve a la parrilla, con la dignidad de un buen corte.
Se volvió símbolo de sofisticación, de alimento limpio y sabio.

En el universo del suplemento

La otra gran puerta que abrió el mundo fungi es la de la nutrición funcional. Los llamados hongos adaptógenos se convirtieron en una categoría en sí misma. Se los consume en:

Cápsulas, concentrando extractos de reishi, cordyceps o melena de león.
Polvos solubles, que se disuelven en café, mate o licuados para aportar energía sostenida.
Tinturas madres, en gotas, empleadas para modular el estrés o fortalecer defensas.
Tés e infusiones, combinados con hierbas, cacao o canela.
Barras y chocolates funcionales, que integran el extracto en snacks energéticos.
Cada formato responde a un mismo impulso: alimentar y equilibrar al mismo tiempo.

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Foto: El hongo reishi, conocido científicamente como Ganoderma lucidum (también llamado lingzhi en chino), se ha utilizado en la medicina tradicional asiática durante siglos por sus supuestas propiedades terapéuticas.
Crédito: https://funginatur.com/




El argentino y su búsqueda de energía real

El auge de los suplementos naturales es el síntoma de una sociedad que se siente agotada. El argentino, golpeado por la incertidumbre económica y un ritmo urbano implacable, busca recuperar su centro. Quiere volver a dormir, a concentrarse, a tener energía que no provenga del café o de la ansiedad. Y en ese intento aparece lo natural como refugio. Los hongos encarnan esa idea: vitalidad sin artificio, poder sin violencia. Su consumo expresa un deseo profundo de reconectar con la fuente, con algo más orgánico que un comprimido de laboratorio.

La promesa del mundo fúngico no es mágica, pero es real: regular el cuerpo desde su propio lenguaje, devolverle coherencia al metabolismo, estimular sin agotar. Y aunque la ciencia todavía estudia sus alcances, la sensación es innegable: funcionan porque se parecen a nosotros, porque nacen del mismo suelo.

 
Una industria que florece en silencio

El mapa productivo argentino vive un despertar fúngico. Emprendedores en Córdoba, Buenos Aires y Misiones cultivan variedades medicinales en sistemas controlados de humedad y temperatura. El INTA y el CONICET acompañan con investigación sobre cepas locales y sus propiedades antioxidantes e inmunomoduladoras.

Mientras tanto, en restaurantes y ferias agroecológicas, los hongos frescos ganan protagonismo. Ya no son una curiosidad: son un símbolo de identidad gastronómica. Un producto que habla de suelo, de oficio y de respeto por los ciclos naturales.

Los cinco hongos que conquistaron a la Argentina
De los bosques patagónicos a las góndolas urbanas, cada especie tiene su carácter, su aroma y su poder biológico.

 
1. Reishi (Ganoderma lucidum) — El hongo de la longevidad
Su aspecto es inconfundible: rojo oscuro, brillante, casi de madera. En Oriente se lo conoce como “el hongo de la inmortalidad” por sus propiedades inmunomoduladoras.
Usos principales:

Suplemento en cápsulas, tinturas o polvo.
Se asocia a la reducción del estrés, mejora del sueño, regulación del sistema inmune y disminución de la inflamación.
En Argentina, su cultivo se afianzó en Misiones y Córdoba.
Cómo se consume: en polvo dentro del café o mate, o en infusión amarga tipo té.
 
2. Melena de león (Hericium erinaceus) — El alimento del cerebro
De textura suave y color marfil, parece una esponja marina. Es el hongo que más fascinación genera en la ciencia moderna.
Usos principales:

Estimula la neurogénesis (formación de nuevas conexiones neuronales).
Ayuda a mejorar la memoria, la concentración y el estado de ánimo.
Se usa en suplementos, cápsulas o polvo para bebidas funcionales.
Cómo se consume: deshidratado en guisos o en cápsulas diarias. En Japón es un ingrediente habitual en sopas y salteados.
 
3. Cordyceps (Cordyceps militaris / sinensis) — La energía natural del cuerpo
Durante siglos fue considerado un tesoro de los monjes tibetanos. Crece sobre larvas de insectos, pero hoy se cultiva de forma controlada.
Usos principales:

Potencia la energía física, la resistencia respiratoria y el rendimiento deportivo.
Aumenta la oxigenación celular y la producción natural de ATP (energía).
Cómo se consume: en cápsulas o polvo disuelto en café, licuados o antes del entrenamiento.
Dónde se cultiva: proyectos en Mendoza y Buenos Aires trabajan con biotecnología aplicada a su desarrollo.
 
4. Gírgola (Pleurotus ostreatus) — El clásico argentino
Fue el primer hongo comestible en masificarse en el país. Se adapta bien a diferentes sustratos y su sabor recuerda al de la carne blanca.
Usos principales:

Fuente vegetal de proteínas, hierro y vitaminas del grupo B.
Fortalece el sistema cardiovascular y ayuda a reducir el colesterol.
De textura fibrosa, es ideal para dietas vegetarianas.
Cómo se consume: grillada con oliva y ajo, salteada con verduras o en risottos. También se seca, se muele y se usa como condimento.
 
5. Shiitake (Lentinula edodes) — El gourmet del Oriente que enamoró al paladar argentino
Originario de Asia, pero adaptado con éxito a climas templados de Argentina. Su aroma recuerda a la madera y al humo.

Usos principales:

Potente refuerzo inmunitario gracias al polisacárido lentinano, con estudios médicos sólidos.
Contribuye a regular la presión arterial y el colesterol.
Cómo se consume: fresco en wok, deshidratado en sopas, o en polvo para caldos.
Presencia local: cada vez más cultivadores lo producen en Cuyo y el Litoral.
 
Otros en expansión

Chaga: antioxidante potente, se usa en infusiones oscuras y amargas.
Maitake: estimula el metabolismo y la resistencia inmunológica.
Llao-llao (Cyttaria espinosae): hongo silvestre de los bosques patagónicos, apreciado por su sabor dulce y uso ancestral mapuche.

Precauciones al consumir hongos

Aunque los hongos son aliados valiosos de la salud y la gastronomía, requieren prudencia. Nunca deben recolectarse ni consumirse especies silvestres sin identificación certera: muchas son tóxicas o mortales y se confunden fácilmente con variedades comestibles. Siempre es preferible adquirirlos en lugares habilitados, con trazabilidad y controles sanitarios. En cuanto a los suplementos, conviene consultar al médico antes de incorporarlos, especialmente si se toman otros tratamientos o existen condiciones metabólicas, inmunológicas o hepáticas. La clave es simple: el poder del hongo está en su uso correcto.


 Cada hongo es una expresión distinta de la inteligencia natural: unos protegen, otros nutren, otros energizan.
Pero todos comparten un principio: no curan desde afuera, sino desde adentro, equilibrando al cuerpo para que recuerde su propio orden.

Los hongos, antes asociados al delirio o al azar, hoy representan lo contrario: la evidencia de que la vida funciona mejor cuando coopera.


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Fuentes:
CONICET – INTA – Código Alimentario Argentino – Revista Nature – BBC Earth – Isla Píleos – Fungi Lab – Universidad Nacional de Misiones

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