Santa Lucía: la flor que cura y no deberías arrancar jamás

Entre los yuyos del campo argentino crece una pequeña flor azul que pocos conocen y muchos confunden con maleza. Sin embargo, guarda un poder ancestral: su mucílago actúa como un colirio natural capaz de aliviar la vista irritada.

Gastronomía09 de octubre de 2025VanelogaVaneloga

Una joya silvestre que siempre estuvo ahí

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Entre los pastos silvestres del país – en chacras, banquinas, caminos rurales y hasta rincones de jardines – se escabulle una flor modesta pero intensa: la Santa Lucía. A muchos les parecerá un simple yuyo azul, pero quienes conocen su poder saben que en su interior late un colirio natural,

Esta nota recupera lo que sabemos —y lo que aún ignoramos— de esta planta fascinante: su anatomía, su química, sus usos antiguos, su expansión geográfica y los motivos por los cuales fue injustamente arrinconada.

Geometría sagrada: el orden oculto en su forma

Su estructura floral obedece a una armonía matemática que la naturaleza repite en espirales, caracoles y galaxias. La flor está formada por tres pétalos: dos superiores de color azul intenso y uno inferior más pequeño y blanquecino. Esta tríada perfecta responde a un patrón geométrico sagrado que simboliza el equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu, o entre cielo, tierra y agua.

Si se observa con atención la disposición de sus pétalos, se revela una simetría triangular que respeta proporciones cercanas al número áureo (1,618), presente en otras estructuras biológicas armónicas. Las líneas invisibles que unen los vértices de cada pétalo forman una figura semejante al triángulo equilátero, representación ancestral de estabilidad y plenitud.

Los antiguos sabios decían que las flores que nacen bajo esta proporción son portadoras de energía reparadora. La Santa Lucía, con sus tres pétalos perfectamente ordenados, condensa esa geometría de sanación natural: un código numérico que conecta lo visible con lo espiritual. En su centro, la simetría de la vida se repite sin artificios, recordándonos que la belleza es una forma de equilibrio.

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Identidad botánica y morfología

Taxonomía
El nombre científico es Commelina erecta L. (1753), perteneciente a la familia Commelinaceae. Es una planta herbácea perenne, que puede crecer de forma erguida o recostada, con cierta plasticidad morfológica que le permite adaptarse a ambientes diversos.

Descripción morfológica

Altura y porte: mide entre 0,2 y 0,9 m (20 a 90 cm), aunque en condiciones óptimas sus tallos pueden extenderse más horizontalmente.

Tallos: cilíndricos, verdes, carnosos. En los nudos produce raíces adventicias, permitiendo que el tallo en contacto con el suelo enraíce.

Hojas: lanceoladas, de 6 a 12 cm de largo, con base que envaina el tallo. En ambientes húmedos las hojas se muestran más anchas y suculentas; en zonas más secas, más angostas y a veces ligeramente plegadas como estrategia para conservar agua.

Inflorescencia / flores: cada bráctea o espata protege de 1 a 3 flores. Las flores tienen dos pétalos grandes azul-celeste (o azul) y un pétalo inferior reducido, casi blanco, junto con estambres amarillos.

Fruto: cápsula dehiscente con tres lóculos; produce semillas, muchas de ellas viables.

Reproducción: sexual (semillas, que pueden ser abundantes) y asexual (rizomas, brotes en los nudos).
La gran plasticidad morfológica —capacidad de cambiar su forma según ambiente— es una de sus fortalezas evolutivas.


Distribución geográfica en Argentina

La Santa Lucía es originaria de América y su área natural va desde Estados Unidos hasta el sur de Argentina. En nuestro país su presencia está documentada en numerosas provincias:

Regiones Norte y Noroeste: Jujuy, Salta, Catamarca, Tucumán, La Rioja, Santiago del Estero
NEA / litoral: Corrientes, Entre Ríos, Misiones, Formosa

Región Centro y Cuyo:
Córdoba, Santa Fe, San Luis, Mendoza, San Juan

Pampeana y Buenos Aires
: también aparece, especialmente en zonas con humedad y en suelos no muy áridos
Se la encuentra en ecorregiones como Chaco húmedo y seco, Selva paranaense, Esteros del Iberá, Espinal, bosques ribereños y ambientes de sotobosque.

En Buenos Aires, por ejemplo, es una de las especies nativas silvestres de la familia Comelinaceae presentes en la zona metropolitana, donde coexiste con otras especies que también llaman “Santa Lucía”.
Su tolerancia ambiental le permite crecer desde el nivel del mar hasta los 1.500 metros (o más) en montañas del norte. Puede prosperar en sombra parcial, media sombra o incluso soportar algo de sol directo si el terreno retiene humedad.

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Compuestos químicos y efectos biológicos

Hoy los estudios científicos han ido confirmando lo que los pueblos ancestrales ya intuían. Algunas investigaciones recientes relevantes:

Un estudio reciente de los extractos hidroetanólicos de tallos en floración demostró que la planta tiene actividad antiinflamatoria.

Todos los extractos testados mostraron actividad antimicrobiana contra bacterias y hongos.
Otra investigación identificó compuestos antioxidantes presentes en hojas de C. erecta mediante análisis con cromatografía de alta resolución.

En esos trabajos se detectaron metabolitos secundarios como antocianos, flavonoides, alcaloides, saponinas, taninos, cumarinas, mucílagos. Esos compuestos son los que probablemente explican su efecto suave, antiinflamatorio y protector.
En general, las especies del género Commelina —no solo erecta— han mostrado en experimentos in vitro efectos antidiabéticos, hepatoprotectoras, analgésicos, antifúngicos, diuréticos, antiinflamatorios y de prevención del estrés oxidativo.

Usos tradicionales: medicina ancestral con mirada popular

Uso ocular y como colirio

Este es el uso más distintivo de la Santa Lucía: las comunidades rurales aplicaban el mucílago de sus flores directamente sobre los ojos irritados. Lo usaban contra conjuntivitis, inflamaciones, enrojecimientos e incluso para curar la “vista cansada”. Esa práctica es antigua y común en distintas regiones del país.

Uso interno y tópico

Infusiones / decocciones: para trastornos digestivos (dolores de estómago, digestiones lentas), para calmar el hígado o “templar la bilis”.

Cataplasmas: hojas frescas trituradas aplicadas sobre heridas, quemaduras leves, forúnculos y erupciones cutáneas.
Uso en enfermedades respiratorias, sangrados y afecciones generales: en algunos lugares se la usaba para hemorragias leves, infecciones internas o afecciones de la piel.

Alimenticia moderada: en ciertas culturas se la emplea como planta comestible o para decorar alimentos, aunque no es su uso principal.

Estas aplicaciones provienen de saberes populares recopilados en etnobotánica, cuyos usuarios menos suelen documentar protocolos exactos de dosis.

 En el mercado argentino, la Santa Lucía (Commelina erecta) no suele encontrarse con su nombre botánico en envases, sino bajo presentaciones populares o mezclas herbales. En las dietéticas aparece ocasionalmente como planta seca para infusión —hojas y flores deshidratadas—, o dentro de combinaciones para “limpieza ocular” junto a manzanilla y malva. En farmacias naturales o herboristerías, lo más habitual es hallarla en formato de gotas oftálmicas naturales rotuladas como “Gotas de Santa Lucía” o “Colirio natural de Santa Lucía”, elaboradas con extractos vegetales y agua destilada, indicadas para aliviar irritaciones leves, resequedad o enrojecimiento ocular. Estas preparaciones suelen contener además caléndula, eufrasia o manzanilla, pero conservan el nombre tradicional de la flor como principio simbólico y botánico principal.

Por qué se perdió el valor

El avance de la medicina farmacológica desplazó muchos remedios tradicionales, sin valorar su potencial.
La ciencia no ha invertido suficientemente en estudios clínicos sobre usos oftálmicos, lo que deja a la Santa Lucía fuera del ámbito médico formal.

El conocimiento se transmitía oralmente, de generación en generación. Con el envejecimiento de las comunidades rurales y la migración hacia ciudades, ese puente fue rompiéndose. Quienes la veían como maleza la arrancaron sin saber su valor.

En el sector productivo agrícola, su presencia fue vista como una plaga y atacada. En contextos urbanos, pocos la reconocen y más difícil aún valoran su uso medicinal.
 
La paradoja actual: maleza vs remedio

Hoy la Santa Lucía enfrenta una contradicción brutal: en muchos campos se la elimina como maleza porque invade cultivos, compite por recursos, y tolera herbicidas como el glifosato. Se ha documentado que es cada vez más frecuente en sistemas de siembra directa de soja y maíz.


Esa eliminación sistemática la convierte en una de las plantas medicinales más maltratadas: la que cura los ojos es considerada una molestia agrícola. Sin embargo, su erradicación masiva contribuye al olvido de sus propiedades y al empobrecimiento del saber popular.

 
Reconocerla, respetarla y (quizás) recuperarla

Cómo identificarla
Busca una flor con dos pétalos grandes azul-celestes y un pétalo inferior pequeño, casi blanco.
La flor crece dentro de una bráctea o espata que la envuelve parcialmente.
Las hojas son lanceoladas, con base envainante.
El tallo en contacto con el suelo forma raíces nuevas.
Aparece entre primavera y verano; en invierno puede achaparrarse o perder follaje.

Qué hacer si la hallás
No la arranques. Observala, permitile crecer.
Si tenés jardín o huerta, dejala prosperar en una esquina.
Podés cultivarla pensando en rescatar su valor medicinal y patrimonial.
Compartí su historia con vecinos, especialmente en zonas rurales, para que vuelva a reconocerse.

Límites y precauciones
No se debe usar sin limpieza estricta si la aplicación va al ojo. No reemplaza tratamientos médicos. Si alguien tiene infección ocular grave o síntomas persistentes, debe acudir al profesional de la salud.


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