
No somos el mejor país del mundo: somos el mundo. Herencia creativa, soberanía genética, poder argentino
Un ensayo sobre nosotros: lo bueno y lo malo de nuestra genética, entre la supervivencia propia y la explotación ajena.
Demoliendo programaciones. Hay una que está tan injertada en el subconsciente humano que ni la notamos. La esperanza. Y no bien aparece la palabra, te cae enseguida en la mente esa frase que repetimos como autómatas: “es lo último que se pierde”.
Notas de Autor15 de julio de 2025La esperanza se vende como virtud, como energía positiva, como “motor del cambio”. Pero bajo análisis profundo, aparece como lo que realmente es en muchos casos: una distracción emocional diseñada para mantenerte quieto. Una idea decorada para que no hagas nada ahora, porque ya va a venir algo mejor. Algún día.
Esperanza política: el mañana que nunca llega
La política vive de vender futuro. El truco está en prometerlo, no en cumplirlo.
Como señala Noam Chomsky en su análisis de estrategias de manipulación, una de las más usadas es la “estrategia de diferir”: generar sacrificios hoy con la promesa de beneficios mañana. Esa ilusión le da tiempo al poder para ejecutar sus planes sin resistencia (Chomsky, "Media Control").
En Argentina lo vemos a cada elección: discursos vacíos, slogans con futuro glorioso, mientras se aplican políticas de ajuste en el presente. La esperanza se convierte en amortiguador del conflicto. Una forma elegante de decirte: “esperá, no jodas ahora”.
Esperanza religiosa: la vida eterna como consuelo
Las religiones organizadas han hecho de la esperanza su mejor herramienta de control. Te dicen que este mundo es un valle de lágrimas, pero si sufrís con fe, serás premiado después de morir.
La teología tradicional exige obediencia, sacrificio, penitencia. Y todo con la promesa de un premio celestial futuro. Así, millones aceptan condiciones de vida miserables porque creen que “hay un plan divino”.
Como señala un análisis marxista contemporáneo (Historical Materialism, 2021), esta esperanza no solo anestesia la acción, sino que legitima la injusticia estructural. Porque si todo tiene un sentido sagrado, entonces ¿para qué pelear por justicia ahora?
Ahora bien, eso tiene que ver únicamente con las estructuras religiosas, no con la espiritualidad viva. Porque a Dios no se lo encuentra en la espera ni en el más allá, sino acá, ahora, en el presente. En la conexión profunda con el corazón, donde habitan sus partículas.
No hace falta morir para encontrarse con lo divino: lo sagrado se activa en la presencia. La programación religiosa tradicional apunta a la postergación; pero la conexión verdadera con Dios no se espera, se experimenta en el instante.
En ese sentido, la esperanza como promesa externa bloquea la vivencia directa de lo divino, que ocurre en el aquí y ahora, desde el silencio interior y la conciencia despierta.
Esperanza mediática: el show de lo que vendrá
La televisión y las redes nos bombardean con historias de superación, series de éxito, realidades paralelas que nos muestran lo bien que podría estar todo. El mensaje implícito es: “vos también podés, en algún momento, si aguantás lo suficiente”.
Byung-Chul Han lo explica sin rodeos: vivimos en una “sociedad paliativa” donde los medios y las pantallas nos anestesian con promesas y dopamina. Nada duele, nada se discute, todo se posterga (La sociedad del cansancio, 2010).
Y mientras tanto, los problemas siguen.
En Argentina, Página/12 publicó en 2020 un informe sobre la indiferencia social creciente frente a la pobreza, concluyendo que “el exceso de estímulos, discursos y promesas” lleva a la apatía.
La esperanza mediática es una forma de silenciar el dolor real con entretenimiento vacío.
Metafísica de la trampa: la evasión disfrazada de virtud
Ahora bien, ¿qué pasa adentro nuestro cuando esperamos?
Desde la filosofía estoica hasta Paulo Freire, la advertencia es clara: esperar sin actuar es rendirse de antemano.
Freire, en Pedagogía del Oprimido, decía: “la esperanza verdadera se construye en la praxis”. No existe esperanza sin acción.
Séneca, por su parte, enseñaba: “la verdadera felicidad está en el presente, no en el deseo de lo que aún no llegó”.
Cuando anclamos la vida en lo que vendrá, dejamos de vivir lo que hay. La esperanza mal entendida no es otra cosa que una evasión elegante del ahora.
Y el “ahora” —ese instante que tenés delante— es lo único que podés transformar. Todo lo demás es prestidigitación emocional.
Incluso dentro del mundo metafísico, holístico y de la llamada “nueva era”, también se cuela una nueva esperanza: la promesa del salto cuántico, del despertar colectivo, de la iluminación inminente. Suena elevado, pero opera con la misma lógica que las promesas religiosas: esperá que algo suceda, esperá que se active el cambio, esperá que todo mejore porque “ya estamos en el proceso”.
Y mientras tanto, lo urgente se disuelve. El presente se pierde.
Estamos esperando que suceda.
Estamos esperando que suceda......
Críticas filosóficas: de Pandora a Cioran
El mito de Pandora, ese que dice que lo único que quedó en la caja fue la esperanza, no la trata como un regalo, sino como otro mal. Uno distinto, pero igual de nocivo.
Nietzsche, por su parte, la definió como “el peor de los males, porque prolonga el tormento del hombre” (Humano, demasiado humano, 1878).
Cioran, directo como siempre, la llamó “una aberración”.
No están diciendo que sea mejor el pesimismo. Están diciendo algo mucho más crudo: el problema no es tener esperanza, el problema es no hacer nada mientras se espera.
Por eso, la crítica profunda no es a soñar. Es a quedarse esperando como idiota.
Esperanza y marketing: hasta el papel higiénico promete salvarte
El marketing la tiene re clara. Si hay algo que nos venden, es esperanza.
Hasta en el paquete del papel higiénico te prometen que es el mejor, que limpia más suave, que tiene no sé cuántas capas de confort. Lo mismo con cremas, cereales, cursos, colchones, autos, apps para “mejorar tu vida”.
Todo es una promesa. Todo es una ilusión que juega con tu vacío, con tu espera interna, con la ansiedad de que algo mejore.
El sistema lo entendió todo : no hace falta darte algo, alcanza con convencerte de que “está por llegar”.
Y así consumimos también esperanza envuelta en plástico, con logo y eslogan. Más suave. Más blanco. Más feliz.
¿y si la esperanza es lo primero que deberíamos perder?
La esperanza, entendida como resignación emocional, es un arma del sistema.
Políticos, religiosos y medios te la venden para que no molestes, no cuestiones, no exijas.
Pero vos tenés un cuerpo, una mente, una voluntad. Y tenés el presente.
El cambio no empieza mañana. El cambio empieza cuando se termina la anestesia.
Y si hay algo que se tiene que perder primero, es justamente esta programación que te mantiene pasivo con una zanahoria que nunca vas a alcanzar.
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Fuentes citadas:
Noam Chomsky, Media Control
Karl Marx, Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel
Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio, La sociedad paliativa
Paulo Freire, Pedagogía del oprimido
Séneca, Cartas a Lucilio
Friedrich Nietzsche, Humano, demasiado humano
Emile Cioran, Breviario de podredumbre
Página/12, Informe sobre indiferencia social, 2020
Revista Historical Materialism, 2021
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