
Infusiones, decocciones y macerados: el arte de preparar té en Argentina
Preparar una infusión puede ser una costumbre pasajera o un acto casi sagrado. Todo depende de cómo lo encares. Cada paso acá.
Cada planta guarda una historia, y cada infusión, una voz que no se olvida. Un botiquín vivo del pueblo, donde la abuela es la farmacéutica y el monte, el laboratorio.
Gastronomía15 de julio de 2025La herbolaria popular argentina es una mezcla viva de memoria e intuición. Combina plantas autóctonas con especies que trajeron los inmigrantes, adaptadas en cada huerta y patio. En vez de prospecto, hay anécdota. En vez de farmacia, hay monte. En vez de prescripción, hay sabiduría oral.
Un estudio revela que más del 93% aprendió a usar los yuyos por transmisión familiar. Este conocimiento, que nunca estuvo en manuales, se sostiene en la confianza: "para cada enfermedad, hay una planta del monte", dicen en Santiago del Estero.
Transmisión del saber ancestral en Argentina
En una investigación en Jujuy, los niños señalaron que aprendieron sobre el uso de plantas medicinales principalmente de los abuelos, con el 29,4 % señalando esa vía como la más significativa. Este estudio adopta una óptica completa de transmisión cultural en contextos rurales y urbanos.
( estudio pdf )
En estudios realizados en contextos urbanos y suburbanos, se encuentra que aproximadamente el 70 % de los entrevistados aprenden sobre herbolaria por transmisión familiar —incluyendo abuelos, padres y otros familiares—, lo que indica que el conocimiento se hereda en un entorno doméstico
Plantas nativas que curan: al alcance de todos
Las plantas autóctonas de cada región tienen un papel central en la medicina popular argentina. No requieren de invernaderos ni cuidados sofisticados: crecen en los márgenes, en las sierras, en la vera de los caminos. Son generosas, resistentes, adaptadas al clima y a los suelos. Las abuelas sabían que el monte daba lo que se necesitaba, sin gastar plata. Esa sabiduría es la que no se puede perder.
En el NOA, por ejemplo, la jarilla (Zuccagnia punctata) crece en los suelos secos y soleados y sirve como antibiótico natural. El chañar (Geoffroea decorticans), de corteza rugosa y madera dura, ofrece un jarabe espeso que alivia la tos. La tusca y la malva se encuentran en las laderas y se usan para problemas digestivos.
En el Litoral, el mistol (Ziziphus mistoliana) brota del monte chaqueño con frutos que alimentan y curan; mientras que en la Patagonia, el chilco (Fuchsia magellanica) con sus flores colgantes resiste el frío y se convierte en té cicatrizante. El palo piche (Fabiana imbricata), también sureño, es otro ejemplo de cómo una planta rústica puede limpiar el cuerpo. Estas hierbas están al alcance de la mano, en patios, senderos y ferias. Un saber, que se transforman en medicina.
Recetas por regiones: un mapa que sana
Cada zona del país tiene su herbario propio, modelado por el clima, el suelo y la cultura. Acá te dejamos una guía viva y abierta de esas recetas que no se deberían perder.
Noroeste Argentino (NOA)
Tusca y malva (Baccharis spp. y Malva silvestris): Para inflamaciones internas y empachos.
Palo azul (Eysenhardtia polystachya): Diurético por excelencia. En el monte, lo llaman "el remedio del riñón".
Chañar (Geoffroea decorticans): Corteza hervida para la tos y el pecho cerrado.
Jarilla (Zuccagnia punctata): Antibacteriana. En té o en cataplasma.
Poleo salteño (Mentha pulegium): Para el estómago pesado. Va directo al mate o en infusión.
Receta ancestral: Té de chañar. Hervir 10-15 minutos trozos de corteza seca. Tomarlo caliente para aliviar la bronquitis.
Litoral y Mesopotamia
Yerba mate (Ilex paraguariensis): Energizante, diurética. Se mezcla con yuyos.
Boldo (Peumus boldus): Para el hígado. Muy usado en el NEA.
Cedrón (Aloysia triphylla) y toronjil (Melissa officinalis): Para bajar un cambio. Se combinan con manzanilla.
Zarzamora silvestre (Rubus sp.) y mistol (Ziziphus mistoliana): Digestivos y antiinflamatorios.
Carnicera (Galium aparine), cerraja (Sonchus oleraceus), saluco (Chenopodium pumilio): Medicina de campo para la piel y el aparato urinario.
Costumbre viva: Mate con poleo para facilitar la digestión, práctica común en casas del NEA.
Cuyo y Pampeana
Mburucuyá (Passiflora caerulea): Sedante suave. Para la angustia e insomnio.
Llantén (Plantago lanceolata/major): Se usa en té o cataplasmas. Alivia garganta y picaduras.
Caléndula (Calendula officinalis) y ceibo (Erythrina crista-galli): Cicatrizantes y respiratorias.
Gramilla (Achyrocline satureioides): Diurética. Buena para fiebres leves.
Romero, salvia, orégano, tomillo: En la cocina y en el cuerpo.
Té de llantén: Para bronquitis. Las hojas se maceran en agua tibia y se aplican también en heridas.
Patagonia y sur
Chilco (Fuchsia magellanica): Diurético y tópico. Las hojas se infusionan.
Palo piche (Fabiana imbricata): Limpia la sangre. Se hierve para calmar reumatismos.
Ñanculahuen (Valeriana carnosa): Panacea ancestral mapuche.
Carqueja (Baccharis articulata) y pañil (Buddleja globosa): Digestivos y calmantes.
Nalca (Gunnera tinctoria): Se mastica para dolores abdominales.
Preparados caseros: caramelos de eucalipto, propóleo y jengibre para la garganta.
Para tener en mano y no olvidar
La palabra “yuyo” proviene del quechua “yuyu”, que significa hierba, planta tierna o brote. En su origen, no tenía connotación negativa ni de “maleza”, como se le suele dar en ciertos contextos actuales, sino que era una forma general de nombrar a las plantas silvestres o espontáneas, muchas de las cuales se usaban (y aún se usan) para alimentación, medicina o rituales.
En las lenguas originarias del norte argentino, como el quechua y el aimara, “yuyu” o “yuyu phuyu” también podía referirse a plantas medicinales, especialmente aquellas que crecían en el monte o en la puna, sin ser cultivadas.
Con el tiempo, el término fue adoptado en el español coloquial del país y hoy “yuyo” es parte inseparable del habla popular argentina para designar tanto a las plantas medicinales como a las malezas —aunque, como bien sabemos, muchas de esas “malezas” son en realidad remedios potentes que las abuelas sabían usar con precisión.
Esta guía no es un recetario cerrado. Pasamos estas fórmulas no para guardarlas en la alacena, sino para que se usen, se transmitan, y no se pierdan.
Cada infusión es un puente con el pasado, y un acto de autonomía. En un planeta que aún nos quiere consumidores de remedios, esto es resistencia.
Mucho más material sobre el tema:
Fuentes: Estudios etnobotánicos argentinos; entrevistas con comunidades rurales del NOA, Litoral, Cuyo y Patagonia; testimonios recogidos entre 2008 y 2024.
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Cada planta guarda una historia, y cada infusión, una voz que no se olvida. Un botiquín vivo del pueblo, donde la abuela es la farmacéutica y el monte, el laboratorio.