
Demoliendo programaciones. Hay una que está tan injertada en el subconsciente humano que ni la notamos. La esperanza. Y no bien aparece la palabra, te cae enseguida en la mente esa frase que repetimos como autómatas: “es lo último que se pierde”.
Más allá del ruido, algo se sostiene en silencio. ¿Quiénes reman realmente cuando se apagan las cámaras?
Notas de Autor11 de julio de 2025
La pantalla grita, los micrófonos repiten y los opinólogos se retroalimentan en un loop sin fondo. Sin embargo, cuando apagás la tele y te encontrás frente a frente con la realidad —la cuenta de la luz, la heladera , el alquiler que vence— ese ruido se desvanece como eco vacío.
La política se convierte en una abstracción cuando lo que apremia es el día a día. No sirve una cadena nacional cuando necesitas fiado en el almacén. Allí no existen slogans, solo una urgencia feroz y concreta. Y tampoco hay lugar para la ideología: el que remó, remó solo en medio de la marea.
En la cocina no hay rating
Promesas, discursos, planes: todo se vuelve frágil frente a la urgencia de elegir entre comer o pagar el alquiler.
La realidad doméstica no admite eslóganes. Queda a la vista la dignidad de quien hace magia en la trinchera del día a día.
Respetuosos, pero no ingenuos
Somos respetuosos, sí, pero no por quienes gobiernan. Lo somos por nosotros mismos, por ese que votó junto a vos —un hermano, una vecina— y confió en que algo cambiaría. Respetarlo a él es respetarte a vos.
El error está en creer que estamos enfrentados. Nos peleamos, puteamos, discutimos… pero no somos enemigos.
Compartimos un hospital que no da abasto, un colectivo que nunca llega, un sueldo que no alcanza. Esa situación compartida debería ser unidad, no grieta.
El show se apaga; el pueblo sigue
Hay algo profundamente argentino en eso de no bajar los brazos. El obrero no aparece en los titulares, pero sostiene al país como un cimiento silencioso. Madruga, trabaja, aguanta. No es fe en un líder; es amor por los suyos.
Y ese pulso –esa fuerza— resulta demasiado poderoso para caber en un zócalo de noticiero.
¿Y si lo único seguro es no ir a votar?
Al final de cuentas, la única acción que permanece inexplorada, libre de trampas, es votar con la ausencia. No hace falta fiscal, boleta ni lápiz marcado.
Es tu gesto: silencioso, pero firme.
No es resignación. Es desconfianza. Una desconfianza que surge de décadas de promesas incumplidas y urnas que no modificaron nada tangible en tu mesa. Puede que no sea la respuesta definitiva. Pero es la única acción que nadie puede manipular por vos.
Así, bien al estilo revistita online, te digo lo siguiente:
Apagá el show: frente a la duda, desconectá y repensá lo esencial.
Respetá al que confió, no a los que ahora se roban el centro de escena.
Recordá quién sostiene todo esto: no es el rating, sino el laburante.
Pensá bien tu voto —o tu ausencia— como un acto genuino, sin intermediarios ni trampas posibles.
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Demoliendo programaciones. Hay una que está tan injertada en el subconsciente humano que ni la notamos. La esperanza. Y no bien aparece la palabra, te cae enseguida en la mente esa frase que repetimos como autómatas: “es lo último que se pierde”.
Llegó el momento de buscar la información que falta para cortar con la repetición. Excelente material de análisis para descifrar por qué repetís lo mismo una y otra vez.
En este recordatorio de la Independencia de la Patria, compartimos con gratitud unas palabras sentidas.
¿Y qué, pensaban que las mujeres de las familias no se dedican a la energía? Esta costumbre dejó de ser un secreto de vecinas para convertirse en tema viral. En muchos barrios populares de Argentina se habla de esto en charlas cotidianas. El vaso con agua y vinagre sobre la heladera.
Los más chiquitos, los más tecnológicos y el grupo más pequeño de humanos: nuestra descendencia.
En la búsqueda de sentirse mejor y desapegarse lo más posible de cualquier sometimiento médico, muchos encuentran un camino que primero exige reaprender. Y para eso, volverse autodidactas, investigadores de uno mismo y de lo que existe y no sabíamos que existía. En ese contexto, aparece quien se está llevando todos los laureles: la vitamina B3. Acá, el primer punto para investigar.
Más allá del ruido, algo se sostiene en silencio. ¿Quiénes reman realmente cuando se apagan las cámaras?
Demoliendo programaciones. Hay una que está tan injertada en el subconsciente humano que ni la notamos. La esperanza. Y no bien aparece la palabra, te cae enseguida en la mente esa frase que repetimos como autómatas: “es lo último que se pierde”.
Cada planta guarda una historia, y cada infusión, una voz que no se olvida. Un botiquín vivo del pueblo, donde la abuela es la farmacéutica y el monte, el laboratorio.