
Las células pueden "escuchar" sonidos audibles y cambiar su comportamiento. Así lo demuestra una investigación japonesa que puso a prueba la reacción celular frente a ondas acústicas comunes. Lo que vibra afuera, también vibra adentro.


Que el Atlas 3I, que el EBS, que el reinicio global... De esto hablan las redes. Mientras tanto, nosotros seguimos remando la diaria, futuro incierto y la sensación cada vez más fuerte de que algo —lo que sea— tiene que cortarse de una vez.
Notas de Autor03 de noviembre de 2025
Vaneloga
¿Qué hay detrás de esa narrativa que crece cada vez que la realidad empuja hacia abajo? ¿Qué revela esta marea de publicaciones que hablan de reinicios y salvaciones cósmicas? Más allá de si todo esto es real o no, la pregunta que queda flotando es otra: ¿por qué tanta gente lo espera?
El reinicio como consuelo, el apagón como anhelo
Los discursos sobre el “gran reseteo” no surgen de la nada. Son una respuesta, a un presente que se percibe insostenible. Inflación descontrolada, corrupción sistemática, información manipulada, guerras lejanas que igual nos alcanzan, una vida donde lo que antes era futuro ahora es solo deuda o espera. En ese contexto, ¿cómo no va a crecer el anhelo de una intervención externa que lo borre todo y empiece de nuevo?
No se trata de ingenuidad. Es hastío. El deseo de apagón es la manifestación de una ruptura interna. Es la forma simbólica de decir: así no se puede más. Y si no se puede cambiar nada desde adentro, entonces que venga alguien desde afuera —un ejército de “caballeros blancos”, una señal satelital, un plan oculto— y haga lo que nadie más se anima a hacer: cortar, reiniciar, limpiar.
Las redes funcionan como canal de desahogo y refugio afectivo. Porque lo más crudo es que las teorías del reinicio global no se expanden por credibilidad, sino por necesidad emocional.
 ¿Qué es GESARA?
Son las siglas de “Global Economic Security and Reformation Act”, un supuesto acuerdo internacional que implicaría un reinicio completo del sistema económico y financiero mundial: cancelación de deudas, regreso al patrón oro, redistribución de la riqueza, liberación de tecnologías ocultas y fin del control de los grandes bancos sobre los Estados. Aunque no fue anunciado de forma oficial, miles de personas aseguran que ya está firmado por más de 200 países y que su implementación avanza en silencio, detrás de cada crisis.
GESARA, lejos de ser solo una fantasía digital, toma fuerza porque muchas de sus promesas ya empezaron a manifestarse de forma fragmentada en el escenario global. En los últimos años, vimos condonaciones de deuda externa en países vulnerables, avances concretos hacia monedas digitales estatales, acuerdos comerciales por fuera del dólar, bancos centrales comprando oro a niveles históricos y foros internacionales discutiendo nuevas reglas de juego económico. Todo esto no es casualidad ni parte de una reforma tradicional: responde al desgaste evidente de un sistema financiero que llegó a su límite. Lo que para algunos es desorden geopolítico, para otros es reconfiguración premeditada. No hay ley firmada con el nombre GESARA, pero los síntomas de su espíritu están cada vez más visibles.
Además, hay movimientos discretos —pero sostenidos— en organismos multilaterales, alianzas estratégicas entre países y discursos de líderes que empiezan a hablar abiertamente de la necesidad de “redistribuir”, “resetear”, “reestructurar” y “volver a empezar”. ¿Es todo oficial? No. ¿Está pasando igual? Sí. Las estructuras crujen, los flujos de poder cambian de manos y se aceleran transformaciones que antes se creían imposibles: cambios en la deuda, nuevas monedas, ruptura del orden unipolar. Para quienes siguen de cerca estos hechos, GESARA no es un anuncio que se espera por televisión. Es un proceso silencioso que se despliega en tiempo real, aunque todavía no lo acepten quienes se aferran a lo viejo.
Un corte que no llega, una necesidad que crece
Tal vez nunca suene el EBS. Tal vez nunca llegue el reinicio. Tal vez ni siquiera haya un botón para apagar esta maquinaria. Pero la ansiedad por un cambio radical está ahí, intacta, latente. Y esa ansiedad no la inventaron los conspiracionistas: la alimenta el día a día, la desigualdad, la falta de sentido, la sensación de estar atrapados en una historia que ya no tiene capítulos nuevos.
EBS significa Emergency Broadcast System (Sistema de Transmisión de Emergencia): es un mecanismo creado originalmente en Estados Unidos para emitir mensajes oficiales en situaciones críticas, aunque en las teorías del reinicio global se interpreta como el canal por el cual se anunciaría un corte mundial y la revelación de información oculta.
Hay una generación que ya no espera prosperidad. Espera un quiebre. Un final. Un corte que borre todo y permita, aunque sea, empezar desde el barro. Lo que expresan estas “raras noticias nuevas” no es locura: es agotamiento existencial.
Y eso sí que es verdad. Tan verdad como que seguimos acá, remando la diaria, esperando que en algún momento —de alguna forma— algo cambie.
Porque si el reinicio no es interno, nada cambia de verdad.
Podrán firmarse todas las leyes, activarse todos los sistemas, repartirse abundancia en cada rincón del planeta. Pero si no se desactiva el miedo, si no se corta el ciclo mental del “no se puede”, si no se suelta la costumbre de vivir en carencia aun rodeados de todo… entonces no hay reseteo posible.
El cambio más profundo no llega por decreto ni por satélite: empieza adentro, en lo invisible, en lo intimo. Y si ese corte no ocurre, todo lo demás será apenas maquillaje sobre un sistema que ya no da más.
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