Lo que no ves: tu dieta incluye 5 gramos de microplásticos semanales

Podemos llamarlos microplásticos, pero al final del mes se juntan en tu cuerpo como un verdadero cacho de plástico: unos 20 gramos acumulados, al mes. Y unos 250 gramos al año.

Actualidad19 de agosto de 2025VanelogaVaneloga

Microplásticos: la tarjeta de crédito que nos tragamos cada semana

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Hay frases que golpean por su crudeza: estamos ingiriendo, sin notarlo, 
alrededor de 5 gramos de microplásticos por semana, lo mismo que pesa una tarjeta de crédito (Universidad de Newcastle / WWF, 2019). No es metáfora, es cálculo científico. Esos fragmentos invisibles entran a nuestro cuerpo a través del agua que tomamos, los alimentos que comemos y hasta el aire que respiramos.

Vayamos a las comparaciones


5 gramos por semana :

Una tarjeta de crédito entera. Lo mismo que llevarte a la boca una tarjeta de plástico cada siete días.
Un sobrecito de azúcar. El clásico de los bares pesa unos 5 gramos. Así, cada semana te comés un sobrecito… pero de plástico.
Una cucharadita de té colmada. Esa cantidad de azúcar o sal equivale a los microplásticos que ingerimos.
 
20 gramos por mes
Cuatro tarjetas de crédito. En un mes, tu organismo recibe lo equivalente a tragarte toda tu billetera de plástico.
Una ficha de casino grande. Esos 20 gramos se asemejan al peso de una ficha maciza.
Un paquete de caramelos. Un caramelo común pesa entre 4 y 5 gramos. En un mes ingerimos el equivalente a comernos cuatro, pero no dulces, sino plásticos.
Un jabón de hotel. De esos chicos, de cortesía: pesan unos 20 gramos. Exactamente lo que acumulamos en un mes.
Un encendedor Bic vacío. En promedio, ronda los 20 gramos. Así, mes a mes, es como si tu cuerpo cargara con un encendedor.

250 gramos al año

Una tableta de chocolate grande. Un chocolate familiar de 250 g, entero, de los que compartís en la mesa. Eso es lo que terminamos comiendo en forma de plástico, pero sin placer.
Un paquete de fideos. El clásico de medio kilo, partido en dos: lo que equivale a la carga anual de microplásticos en tu cuerpo.
Un paquete de yerba chica. La presentación de 250 g que se compra para “salir del paso”. Eso es lo que acumulamos de plástico al año.
Un pomo entero de dentífrico. Los tubos familiares suelen pesar alrededor de 250 g. Exactamente el mismo peso que tu cuerpo suma de plástico al año.

¿De dónde viene ese número?

En 2019, la Universidad de Newcastle, por encargo de WWF, compiló más de 50 estudios globales. Su conclusión fue contundente: un ser humano promedio consume hasta 5 gramos de microplásticos por semana, es decir, unos 250 gramos al año (Universidad de Newcastle, 2019). ¿Las principales fuentes? El agua potable –tanto embotellada como de la canilla–, los mariscos, la sal, la cerveza y, como si fuera poco, el aire que inhalamos.

La foto es clara: aunque todavía se investiga cuánto de esto nos daña, ya nadie discute que los plásticos no se quedan en el ambiente, sino que avanzan directo hacia el interior de nuestros órganos.


Cómo entran los microplásticos en el cuerpo

Agua: análisis globales confirmaron que todas las muestras de agua embotellada contenían partículas plásticas. El agua corriente tampoco está libre. En países como India o EE. UU. los niveles son más altos que en Europa.

Alimentos: los mariscos concentran los niveles más elevados, porque al comerlos completos ingerimos también su sistema digestivo. La sal marina y la cerveza muestran concentraciones preocupantes.

Aire: cada inhalación arrastra microplásticos desprendidos de neumáticos, ropa sintética y residuos quemados. Y no hablamos de ciudades industriales solamente: el aire de cualquier casa con ropa secándose o calefacción a leña también puede llevar fibras plásticas.
 
¿Qué hacen en nuestro organismo?

Aquí la ciencia todavía busca respuestas definitivas. En laboratorio, las partículas plásticas generan estrés oxidativo e inflamación celular. Además, transportan químicos conocidos por alterar el sistema endocrino, como los bisfenoles y los ftalatos.

Lo que ya está probado es más inquietante:

Se han encontrado microplásticos en placentas humanas, en el 100% de las muestras analizadas (2024).
También en arterias, lo que abre la hipótesis de que puedan obstruir vasos sanguíneos.

Investigadores de la Universidad de Nuevo México (2024) hallaron concentraciones altísimas en el cerebro humano, superiores a las del hígado y los riñones.
Además, se detectaron en sangre y leche materna, demostrando que circulan por todo el cuerpo.

No hay dudas: los plásticos ya no son un problema de las playas o los océanos. Son un problema de nuestros pulmones, nuestras arterias y hasta de los cerebros de nuestros hijos.


En Argentina: 

En plena inmersión frente a Mar del Plata, ese telescopio robótico (el ROV SuBastian) no llevó una exploración lunar: trajo al canal humano una evidencia brutal de nuestro descuido. A 300 kilómetros de la costa y más de 1.200 metros bajo el agua, apareció una bolsa con caracteres chinos, como una carta anónima del hombre al mar. Lo cotidiano, lo banal, nos alcanzó en lo más profundo. Y ahí, el silencio se rompe: ya no se trata de mitigar un daño lejano, sino de asumir la responsabilidad de que nuestras acciones están generando cicatrices invisibles, millones de años en formación, en lugares que creíamos nunca habitaríamos.


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¿Qué significa para la salud?

Las investigaciones sugieren posibles vínculos con:

Cáncer de colon: partículas plásticas en el aparato digestivo podrían favorecer procesos inflamatorios crónicos.
Problemas respiratorios: al depositarse en los pulmones, actúan como cualquier contaminante fino, generando inflamación.
Infertilidad masculina: estudios recientes relacionan la caída global en los conteos espermáticos con la exposición continua a químicos transportados por los plásticos.
Trastornos metabólicos y cardiovasculares: la acumulación en arterias y órganos vitales abre preguntas sobre enfermedades crónicas que hasta ahora atribuíamos a otros factores.

Los médicos todavía son cautos: no quieren generar alarmas sin pruebas concluyentes. Pero como mamá que mira lo que comen y respiran sus hijos, la advertencia ya está en rojo.

 
Lo que podemos hacer

Claro que el problema es estructural, y ningún individuo puede resolverlo solo. Pero sí se puede reducir la exposición:

Filtrar el agua antes de consumirla.
Evitar el abuso de plásticos de un solo uso.
Elegir ropa de fibras naturales cuando sea posible.
Revisar cosméticos y productos de higiene para descartar microperlas plásticas.


El plástico que alguna vez creímos símbolo de progreso hoy se volvió residuo de nuestra propia biografía. Lo respiramos, lo bebemos, lo comemos. No está afuera: está adentro.
Exigir a los Estados y a las empresas regulaciones firmes no es ya un gesto ambientalista, sino un acto de defensa íntima de la vida.
Porque si seguimos incorporando 250 gramos de plástico cada año, la cuestión dejó de ser si tendrá consecuencias: la pregunta es qué clase de humanidad queremos ser cuando esas consecuencias se manifiesten en cada cuerpo, en cada generación.

Podés comentar la nota en:  https://x.com/mirada_arg

Fuentes: 

Universidad de Newcastle / WWF (2019), “No Plastic in Nature”: informe base que calculó los 5 gramos semanales de consumo.

OPS/OMS (Organización Panamericana de la Salud / Organización Mundial de la Salud): informes sobre riesgos para la salud vinculados a inhalación e ingestión de microplásticos.

Universidad de Nuevo México (2024): estudio sobre la presencia de microplásticos en cerebro humano.

Estudios internacionales 2024: hallazgos de microplásticos en placenta, sangre, leche materna y arterias (Beijing y EE.UU.).

Revistas científicas: Marine Geology, Environmental International, Science Advances y Nature Communications, con artículos recientes sobre acumulación de microplásticos en órganos.

Statista y EUFIC (European Food Information Council): gráficos e infografías sobre las vías de entrada de los microplásticos (agua, aire, alimentos).



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