
Tomemos un momento para observar con claridad cuánto de nosotros mismos ponemos en cada situación. El tiempo, el ego y el cansancio.
Una autobiografía espiritual que recorre los momentos clave de una vida marcada por la búsqueda de sentido, el despertar de la conciencia y la conexión con el universo. Un testimonio sobre cómo los aprendizajes personales transforman tanto a uno mismo como a los demás.
Notas de Autor21 de diciembre de 2024
Un testimonio íntimo y profundo sobre la conexión espiritual entre generaciones, el aprendizaje desde el alma y la entrega al servicio. Una historia que invita a pensar en la trascendencia del tiempo y las almas.
Me llamo Ricardo A. Garritano. Nací el 8 de octubre de 1958. Libriano. Me gusta, no sé por qué, pero me gusta ser libriano. Tuve una niñez que no recuerdo como mala. No sé si fui feliz, pero me parece que tuve todo, experimenté todo. Ahora de grande siento que de chico fui lo que soy ahora, con los elementos que tenía para evaluar en ese momento, con la mente de un niño.
En una apertura de registros akáshicos que me hice hacer, me dijeron que cuando tenía seis o siete años tuve un encuentro con la Virgen María. La verdad es que no me lo acuerdo, pero siempre la sentí en mi corazón, de una manera rara. No de manera religiosa, sino materna. Es algo que, tal vez, en algún momento, no sé si en este plano, tenga alguna explicación.
Crecí. La etapa más traumática de mi vida fue la escuela primaria. No estaba preparado para una estructura de mando, una estructura donde yo era subalterno. No me fue mal porque a esa edad uno hace caso, pero no me gustó. La secundaria fue distinta, fue un fracaso total, aunque me divertí mucho. Me encantaba ir a la escuela, pero no estudié casi nada. Era absolutamente mal educado y contestatario.
A los 13 o 14 años empecé a militar en política en la Unión Cívica Radical. La política siempre iba conmigo. Recuerdo que discutía mucho con el profesor de historia, que era la única materia que me gustaba. Esa fue una etapa muy rebelde, y el postsecundario también. No terminé la secundaria. Repetí un año y decidí irme al servicio militar. Fue un año horrible.
El Rock y el Despertar
Soy de la época en que se dieron los primeros pasos del rock argentino. Eso me hizo raro a los ojos de la sociedad, y especialmente de mis padres. Ellos asociaban el rock con la droga, pero yo nunca me drogué. Jamás. Sin embargo, entre mi rebeldía y todo lo que no entendían, mis padres buscaban explicaciones y siempre apuntaban al rock.
Durante el servicio militar, mi padre, con quien tenía una relación muy difícil, cambió completamente. Discutíamos por política, por fútbol, por todo. Pero cuando me tocó la colimba, vi a un hombre desesperado, lleno de amor, que me llevaba cigarrillos y revistas. Me prometí que cuando saliera, lo invitaría a tomar un café para hablar de hombre a hombre y volver a ser su hijo desde el amor. Pero no tuve tiempo. A los 10 días de haber salido, falleció.
Eso fue un punto de quiebre en mi vida. Entré en una crisis que, a la larga, tuvo mucho que ver con mi despertar espiritual. En ese momento no podía detenerme porque tenía que salir a trabajar. La pensión de mi mamá iba a tardar dos o tres años, así que tomé lo que sabía sobre joyería y orfebrería, terminé un curso y empecé a trabajar. Medio día trabajaba como joyero y medio día como despostador de medias reses. Qué irónico, porque con los años me haría vegano.
La Transformación y el Trabajo Interior
Trabajé como joyero durante 23 años en una de las mejores joyerías de La Plata y en un taller también. Me encantaba. Nunca me cansaba. Llegué a trabajar más de 28 horas seguidas sin sentirlo. Sin embargo, todo este esfuerzo venía acompañado de un peso emocional muy grande: sentía que había desilusionado a mi padre. Estaba tan bajo que decidí empezar a trabajar en mi autoestima y mi autovaloración. Entendí la diferencia entre ambas. Revaloré lo que había hecho y lo que era más allá de lo que pude haberle entregado a mi padre.
Ese trabajo interno fue clave cuando tuve la oportunidad de hablar con él más adelante. Cerca de los 25 años me puse de novio y a los 27 me casé. Fue todo un desafío, porque los padres de Patricia, mi novia, no me querían. Yo no era adinerado ni marino, como su padre quería. Pero luché por ella y gané. No por el hecho de que sea una victoria, sino porque pude poner en la mente y en el corazón de los que eran mis suegros, de que la vida era otra cosa. Ahí me empecé a dar cuenta que la vida estaba comprendida por cosas que no se veían, por palabras que representaban emociones, por miradas. Ahí me hice un mejor humano. Ya ahí empecé a despreciar un poco el rótulo de persona para sentirme más humano, sobre todo. Bueno, tuve dos hijos hermosos que hoy son muy grandes, tienen 37 y 35 años. Los amo profundamente.
Con mis hijos de izquierda a derecha. Juan Pablo y Leandro
Yo para la sociedad y para la familia era un tipo ejemplar, un padre ejemplar, un esposo ejemplar. Así que desató una crisis en toda la familia, para variar. Con lo cual, esto cada vez me ponía más en la figura de oveja negra, ¿no? Bueno, con el tiempo me dieron la razón, no por el solo hecho de separarme, sino porque después terminé siendo una de las mejores amistades que tiene mi ex esposa y ella una de las mejores amistades que tengo yo. Vivimos una armonía muy linda. Con mi ex esposa, mis hijos.
Volví a convivir 12 años más con otra persona que tenía cinco hijos de ella, que a la larga me terminaron llamando papá hasta el día de hoy. O sea que ya son siete más dos de mis nueras, son nueve las personas que me llaman papá, más una chica chilena que en un momento estaba muy abatida y la ayudé a nivel... cibernético por Facebook en ese entonces. Y también me llama papá.
La Conexión con el Alma de Mi Padre
Mi maestra espiritual, que se llama Daniela Mangano, que yo la visitaba una vez por semana, en Villa Devoto, en Capital, un día me llama por teléfono y me dice mira, yo estaba canalizando y se me coló tu papá y necesita hablar con vos. Así que al otro día fui hasta Devoto y ella que canalizaba pero no veía, por primera vez vio y vio la figura de mi papá vestido de una manera particular y mi papá le dijo te muestro así vestido porque cuando vos me describe, le dice a Daniela, Ricardo se va a dar cuenta que esto es muy serio y obviamente casi me muero cuando la descripción era la vestimenta que usaba mi papá para arreglar el auto cuando yo lo ayudaba, cuando juntos hacíamos la tarea de mecánica, decíamos, que me gustaba y le gustaba él.
"Como te dije, yo soy la conciencia de tu papá, no el alma, porque el alma ya encarnó hace tiempo en una mujer. Esa mujer va a tener un hijo, porque lo que mi padre falló como padre, ahora Dios le dio la oportunidad de ser madre, de parir, para tener una conexión más profunda con su hijo. Esa mujer va a enfrentar los mismos problemas que mi padre tuvo conmigo, pero con una diferencia: gracias a mi trabajo personal, ella no va a tener los mismos conflictos". El alma de mi padre aprendió. Ahora, como madre, tendrá una maternidad hermosa, y la condición de su hijo o hija también será hermosa.
Cuando supe esto, lloré de emoción desde las dos de la tarde hasta las once de la noche. Fue una experiencia transformadora. Mi padre, antes de despedirse, explicó algo que me marcó: en el universo no hay tiempo. Todo lo que pasa, pasa a la misma vez. Mientras yo trabajaba en mi autoestima, el alma de mi padre estaba encarnando y pariendo como madre. Todo está interconectado, como una reverberación cósmica entre líneas de tiempo.
La Maestra de Mi Vida: Una Historia de Amor y Aprendizaje
Llegó un momento en mi vida donde sentí que tenía que hacer algo más. No sabía qué era, pero sentía que tenía que ser algo importante. Lo hablé con Mariana, mi segunda pareja, y tomamos la decisión de adoptar. Adoptamos a una nena de casa cuna, una niña con graves problemas físicos. Sentíamos que, si íbamos a hacer algo, tenía que ser algo que realmente importara. No lo hacíamos por la necesidad de ser padres, porque ya lo éramos, sino para ayudar a alguien que lo necesitara.
Cristina se llamó esta nena. Tenía cuatro años cuando la adoptamos, y hasta el día de hoy siento que fue mi mayor maestra en la vida. En esa época yo ya estaba adentrado en la gemoterapia, y trabajamos muchísimo con ella. Cristina no tenía ninguna posibilidad de caminar o mover los pies, pero desde lo terapéutico logramos que comenzara a moverlos, a voluntad.
Con Cristina mi hija adoptiva y maestra
El Teatro de los Pies: Un Camino Hacia el Movimiento
En un momento, empezamos a hacer una obra de teatro donde los personajes eran sus pies. Hasta entonces, sus pies eran completamente inmóviles. Los disfrazábamos: les dibujábamos ojitos, una boquita, incluso poníamos un sombrerito en el dedo gordo. Así empezamos a interactuar, y esa obra de teatro se transformó en un puente. Poco a poco, empezó a mover los pies. Cada vez más, cada vez más.
El médico no podía creerlo. Fue un progreso extraordinario, que me llenaba de esperanza y gratitud. Pero esta historia también tuvo un capítulo muy doloroso. Cristina falleció en abril de este año. Siempre supimos que iba a partir joven, debido a la cantidad de problemas físicos que tenía: espina bífida, hidrocefalia, entre otras complicaciones. Pero eso no hizo menos desgarrador su adiós.
Una Maestra que Cambió mi Vida
La amé con toda mi vida. Cristina fue mi mejor maestra. En determinado momento, mi pareja de entonces decidió que ya no la quería, que quería que la devolviéramos. Eso generó una crisis muy grande. Por supuesto, no la devolvimos, pero esa decisión marcó el final de nuestra relación. Me separé en ese momento.
Ese fue un punto de inflexión en mi vida. A partir de 2016, me sumergí aún más profundamente en el mundo espiritual. Nunca dejé de crecer, especialmente desde el punto de vista conciencial. Hice nueve cursos de gemoterapia, y en una de mis visitas a Capilla del Monte, un lugar al que voy solo cada cinco o seis meses porque encuentro en él una conexión espiritual y esotérica, tuve una meditación muy larga.
Un Cambio Profundo en la Gemoterapia
Durante esa meditación, "cayeron muchas fichas". Cambió completamente mi manera de entender y practicar la gemoterapia. Fue también en esa etapa cuando me hicieron una apertura de registros akáshicos, donde me dijeron que yo había visto a la Virgen María cuando era niño. Esa revelación me emocionó profundamente, porque no lo recordaba. Sin embargo, explicaba la manera en que siempre la había sentido.
Cristina no solo transformó mi vida, sino que también me ayudó a encontrar nuevos caminos en mi búsqueda espiritual y en mi práctica terapéutica. Su paso por mi vida fue un regalo, una lección de amor incondicional y aprendizaje que guardaré siempre en mi corazón.
El Camino Espiritual
Esa experiencia me llevó a profundizar en mi espiritualidad, en cómo me trataba a mí mismo, y en la trascendencia. Me enfoqué en la conciencia, dejando de lado el ego, porque para relacionarme con mi propia conciencia, siento que no debe haber ego. Dejé la política y el sindicalismo, donde había militado, y adopté un enfoque más objetivo, casi como un observador.
En 2018 me jubilé. Desde entonces, me dedico completamente a las terapias, a la espiritualidad y al servicio. Hasta el día de hoy sigo trabajando en lo que considero lo más sagrado.
Este es mi viaje, un camino de aprendizaje, amor y conexión con el universo, que sigue transformándome y enseñándome cada día. Con Lorenzo, mi nieto
Se ve que todo comenzó muchísimo antes, tal vez eones, y que uno tiene conciencia de que comenzó la espiritualidad. Yo sé que soy un Urma, que vino para este tiempo. El Urma es esa raza felina. Mi nombre es Klmort. Esto lo he visto en el astral, cuando tuve una experiencia de trabajo en el astral con una persona que me guió y me vi como Urma.
Ese Urma cada mañana me lo calzo en mí para poder trabajar en la espiritualidad, en las terapias que hago. A su vez también me calzo una dragona. Una dragona verde, una dragona que se llama Esmeralda, que está a mi servicio solamente para ser utilizado en las terapias que hago. Es un amor triple entre Klmort, Esmeralda y yo de la tercera dimensión. Es una sociedad bendita o bendecida.
La Virgen, la Gemoterapia y un Viaje de Transformación Espiritual
Como conté antes, a los 4, 5, o 6 años tuve un encuentro con la Virgen. No lo recuerdo, pero lo tengo tatuado en el alma, porque sé que fue así. Cuando me lo dijeron, entendí mucho sobre la conexión que siempre sentí con la Virgen. De hecho, la Virgen está presente en cada terapia que hago, con cada persona. Siempre sentí que algo me hacía distinto. Siempre hice cosas fuera de lo común o de lo ordinario. Sentía a Dios en todos lados. Cuando estaba en la escuela primaria, me sentía muy incómodo, como si Él me tapara los oídos o me corría de esa realidad para que pudiera soportarla.
Ya más grande, trabajando en el Instituto de la Vivienda, donde me jubilé, una amiga y hermana llamada Adriana Ormachea me pidió un favor: “¿Me cubrís media hora? Tengo una sesión de gemoterapia”. Le pregunté de qué se trataba. Me contó que era una terapia con cuarzos que trabajaba sobre la emocionalidad y la espiritualidad, y que consideraba otros cuerpos además del biológico. Le dije que sí, que la cubría, pero que me sacara un turno. Y lo hizo.
Antes de ese turno tuve un sueño con la Virgen María. Caminaba hacia mi casa, un lugar que conozco muy bien, y al doblar una esquina, ahí estaba la Virgen esperándome. Me dijo: “De esa cajita en el suelo —eran las tapas de las cajas de agua corriente— abrí y fijate qué hay adentro para vos”. Abrí la caja y saqué dos piedras: una rosa y una negra. La Virgen me dijo: “Estas dos piedras te van a ayudar en un momento para que puedas ayudar a tu madre”. El sueño me quedó grabado.
A la semana o diez días, tuve mi turno en gemoterapia con Lucía Rovira, una excelente gemoterapeuta. Lo primero que vi al entrar al consultorio fueron las dos piedras de mi sueño. Cuando le conté, Lucía se emocionó mucho. Me dijo: “Tal vez esto significa que tenés que ser gemoterapeuta”. Hablamos, me explicó lo que era la gemoterapia y me dijo que en dos meses empezaba un curso. Me anoté.
La sesión me encantó, el curso también. Me gustó tanto que terminé interactuando mucho con Lucía, quien luego me invitó a trabajar con ella. Acepté, pero sentía que algo no me cerraba. Había algo que tenía que aprender y no sabía qué era. Hice varios cursos más, algunos a escondidas de ella. En una meditación muy larga en Capilla del Monte, soñé con el rol y la formación de cada cuarzo, cómo pasaban de lava a ser cuarzos. Ahí lo entendí todo. Eso modificó completamente mi concepción de la gemoterapia.
Un Giro Profundo: Ayudar a Mi Madre
Decidí hablar con Lucía. Le pedí disculpas y le expliqué que me corría, que no iba a seguir trabajando con ella. A los dos meses, diagnosticaron a mi madre con cáncer de pulmón, con metástasis en los riñones. Los médicos le dieron tres o cuatro meses de vida. Ella fue la primera persona a la que le hice gemoterapia, basada en mi nueva concepción. También utilicé el método Hansi, que es una medicina con cactus.
Esas dos cosas la ayudaron muchísimo. Mi madre vivió doce años más, en perfecto estado de salud, hasta que un domingo se descompensó. Falleció al día siguiente. Me hizo muy feliz haber podido acompañarla y ayudarla hasta ese momento.
Desde entonces, mi manera de hacer gemoterapia siguió cambiando. A través de sueños, visiones y meditaciones, siempre veo cosas nuevas que debo incorporar. Esto hizo que mi práctica evolucionara cíclicamente.
La Comunicación y el Propósito
Hubo un momento en mi vida en el que necesitaba hablar, contar, evaluar cómo estaba el universo o el planeta. Necesité compartir eso, y por eso comencé a hacer transmisiones en vivo. Primero trabajé en el canal de Patricia La Rosa. Me fue muy bien, pero no pude soportar algunas exigencias de YouTube, así que renuncié. Entonces, por Facebook, empecé a hacer un programa todos los lunes.
Ese programa tenía una sección editorial, que era la que más me gustaba. También se incluyen recomendaciones de libros, recetas de infusiones con hierbas curativas, y cerrábamos con una meditación. Con mucho gusto. Sin embargo, en algún momento se empezó a desfigurar lo que quería dar. No me gustó el rumbo que estaba tomando, ni el tipo de respuesta que veía en algunas personas. Sentía que empezaba a haber una farandulización del mensaje.
Recuerdo una vez, caminando en Capilla del Monte, una chica me pidió un autógrafo. Me dije: “No podemos seguir así”. Le expliqué por qué no firmaba autógrafos. Era una de las vanidades de las que yo quería escapar. Ella lo entendió, y después de eso dejé de hacer ese programa.
Con Zaphiel en mi programa de radio cuando vino a Argentina
El Camino de la Máquina Escalar
En el 2015, hice un viaje a Bolivia y Perú. Y conocí a una persona, un científico, que estaba trabajando en la máquina escalar en la Universidad de Lima. Y me encantó, yo ya sabía lo que era. Ese tipo de energía. Le pedí, por favor, que me haga una. Me dijo que era difícil conseguir algunas cosas, pero me prometió que iba a intentarlo. Y al año de eso, me dijo, la tengo casi lista.
En 2017, viajé a Rosario. Me dijeron: “Si querés, venís y te entrego la mano”. Se referían a la máquina escalar. Empecé a pagar de a poco, mientras él compraba los integrados. A fines de 2017, la terminé y empecé a usarla primero conmigo mismo. Los resultados fueron muchísimo mejores de lo que esperaba. Realmente es una máquina impresionante.
Siempre exijo que las personas que la usan pasen antes por gemoterapia y aromaterapia, para armonizar su biología y emocionalidad. Los resultados que da son impresionantes, mucho mayores que otras máquinas escalares, porque lo que entrego está profundamente conectado con el estado de la persona.
Un Servicio en Constante Evolución
Durante la pandemia, nunca dejé de atender. Siempre desconocí la pandemia, pero mucha gente venía, mucha otra gente no venía, entonces tuve más tiempo y estudié bastante el tema de la radiestesia, el tema péndulo, y eso me ayuda muchísimo ​​en los diagnósticos, como en saber cómo va el tratamiento que estoy llevando adelante con gemoterapia, aromaterapia, terapia de sonido con cuencos, saber cómo va y obviamente la máquina escalar y saber cómo vamos a partir de ahí. Estas herramientas me ayudan tanto en los diagnósticos como en los tratamientos. También comencé a integrar aspectos alimenticios, buscando la alcalinidad del organismo, y trabajando con hierbas o “yuyos”. Son un universo hermoso que transforma energías y vidas.
Hasta hoy sigo manejándome con estas prácticas. También participé en movimientos como “El Camino del Dragón”, donde trabajamos para sanar el cerro Uritorco, un lugar utilizado para trabajos oscuros. Esa experiencia fue transformadora para mí y para mi alma.
Mi vida está marcada por el servicio, la sanación y la entrega a lo sagrado. Cada paso, cada experiencia, refuerza el camino que sigo construyendo.
De arriba hacia abajo
Encuentros en el Planetario CABA.
Trixi Moura, en Capilla del Monte, Córdoba , haciendo el Camino del Dragon.
Lupita Salcido, en Capilla del Monte, Córdoba, haciendo el Camino del Dragon.
Con Lourdes Alcaraz y Celia Liporace, en Seminario en La Plata.
Andrea Bernabé, Patricia La Rosa, en la Plata.
Hay seres que transitan la vida transformando su realidad y evolucionando continuamente. En su camino, con solo su presencia, inspiran y ayudan a la evolución de los demás. Es fundamental comprender el tesoro que significa cuando una persona logra enlazar con su corazón, porque no solo transforma su propio ser, sino que impacta al universo entero.En este sentido, esta historia está marcada por la GRATITUD .
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