Los españoles encontraron lo que ya sabíamos: las bacterias del intestino hablan con las neuronas

Ahora te quiero ver bailar, ¿eh? ¿Qué comiste anoche? Un hallazgo de la Universidad Complutense de Madrid, junto a la Universidad de Turín, confirma que las bacterias intestinales se comunican directamente con las neuronas. El intestino, conocido como “segundo cerebro”, se consolida como un actor clave en la regulación de la memoria, el humor y el envejecimiento.

Actualidad21 de septiembre de 2025VanelogaVaneloga

¿Te sentís cansado, ansioso o con la memoria floja? Quizás no sea el trabajo ni el tránsito, sino ese universo invisible de billones de microbios que vive en tu intestino y que, según parece, tiene línea directa con tu corteza cerebral.

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Durante décadas repetimos casi de memoria la frase “sos lo que comés”, sin tener plena certeza de lo que realmente implica. Hoy la ciencia empieza a darle contenido concreto: lo que ingerimos no solo nutre, también establece un diálogo directo con nuestras neuronas. Investigadores de la Universidad Complutense de Madrid y de Turín comprobaron algo que hasta hace poco parecía imposible: las bacterias intestinales pueden comunicarse físicamente con las células nerviosas.

Este descubrimiento no solo revoluciona la neurociencia, también abre la puerta a terapias inéditas y nos obliga a mirar el plato con una profundidad que antes no imaginábamos.

El concepto tantas veces repetido —sos lo que comés, sos lo que pensás— deja de ser una fórmula retórica para convertirse en un dato biológico con consecuencias directas en nuestra salud y en la manera en que entendemos la mente.

El hallazgo Complutense–Turín

El estudio se centró en el comportamiento de bacterias intestinales vivas en contacto con neuronas. En cultivos celulares observaron cómo se adherían a la membrana neuronal, sin invadirla, y aun así modificaban la actividad eléctrica y la expresión genética de la célula nerviosa.

El estudio realizado por la Universidad Complutense de Madrid en conjunto con la Universidad de Turín demostró, por primera vez, que bacterias intestinales vivas pueden establecer un contacto físico directo con neuronas y modificar su funcionamiento.

En un modelo in vitro con neuronas corticales de rata, se observó que la cepa Lactiplantibacillus plantarum se adhiere a la membrana neuronal sin invadir la célula, alterando la señalización de calcio, la expresión de proteínas clave en la plasticidad sináptica como Synapsin I y pCREB, y modificando la actividad de más de 300 genes asociados a memoria, aprendizaje, emociones y procesos neurodegenerativos.

Los investigadores confirmaron que estos efectos no se deben a toxicidad, sino a un diálogo bioeléctrico y molecular genuino entre bacterias y neuronas, lo que inaugura una nueva etapa en la investigación biomédica.

Este descubrimiento abre la posibilidad de desarrollar terapias basadas en probióticos de precisión, psicobióticos, prebióticos o incluso tecnologías de bioelectrónica intestinal para modular la comunicación microbiota–cerebro, con aplicaciones en salud mental, trastornos neurodegenerativos como Alzheimer y Parkinson, y en la mejora de la calidad de vida a lo largo del envejecimiento.

Adhesión física: las bacterias se “pegan” a las neuronas como si fueran interlocutores en una charla molecular.

Cambios eléctricos: la actividad neuronal se modifica en cuestión de segundos.

Genes afectados: más de 300 genes relacionados con plasticidad, memoria y emociones fueron alterados.

El hallazgo, difundido por National Geographic, representa un salto en la comprensión del eje intestino-cerebro. Ya no hablamos solo de hormonas, neurotransmisores o rutas inmunológicas: hablamos de contacto directo, cara a cara, entre bacterias y neuronas.

 

El sistema entérico: el cerebro que no mira nadie

El intestino alberga más de 100 millones de neuronas, distribuidas en dos plexos principales. Esta red, llamada sistema nervioso entérico, coordina los movimientos intestinales, la secreción de enzimas y hasta respuestas reflejas sin pasar por el cerebro central.

Además, el intestino produce más del 90% de la serotonina del cuerpo, la hormona del bienestar. Si tu flora intestinal se desequilibra (lo que se conoce como disbiosis), los niveles de serotonina caen y aparecen síntomas de ansiedad, depresión o insomnio.

De pronto, lo que los abuelos llamaban “los nervios del estómago” resulta ser literalmente cierto.

 
Las rutas de comunicación: del plato al pensamiento

Vía neuronal: a través del nervio vago, que conecta intestino y tronco cerebral en milisegundos.
Vía endocrina: hormonas y neurotransmisores como serotonina, dopamina y GABA, producidos por bacterias intestinales.
Vía inmune: citocinas y moléculas inflamatorias que influyen en el sistema nervioso central.
Contacto directo: el hallazgo Complutense–Turín agrega la ruta más sorprendente: bacteria–neurona, piel a piel.

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Salud mental y microbiota

El vínculo entre la microbiota y el humor ya no es especulación: estudios clínicos muestran que ciertos probióticos, llamados psicobióticos, reducen síntomas depresivos leves y ayudan a modular la ansiedad. No reemplazan a los tratamientos convencionales, pero ofrecen un apoyo valioso.

La explicación es bioquímica: bacterias como Lactobacillus y Bifidobacterium producen GABA, un neurotransmisor que calma la excitación neuronal.

Otras especies estimulan la producción intestinal de serotonina. Dicho simple: un yogur bien elegido puede hacer más por tu ánimo que un largo sermón de autoayuda.

 
Enfermedades neurodegenerativas: ¿la microbiota como aliada?

Alzheimer
Pacientes con disbiosis intestinal presentan mayor inflamación cerebral y acumulación de placas beta-amiloides. En modelos animales, modificar la microbiota redujo la neuroinflamación y mejoró la memoria.

Parkinson
La pérdida de bacterias protectoras como Prevotella y el aumento de microbios inflamatorios parecen jugar un papel central. Incluso, proteínas bacterianas pueden inducir el mal plegamiento de la alfa-sinucleína, que viaja por el nervio vago hacia el cerebro. Ensayos con trasplante fecal en pacientes leves mostraron mejoras motoras. Y sí, aunque suene increíble, trasplantar materia fecal podría convertirse en una terapia neurológica.

 
Terapias emergentes: del laboratorio a la mesa

Psicobióticos: probióticos diseñados para modular directamente el eje intestino-cerebro.
Prebióticos: fibras que alimentan bacterias beneficiosas, presentes en frutas, legumbres y cereales.
Postbióticos: metabolitos bacterianos que actúan como señales químicas en el cuerpo.
Trasplante fecal: experimental en enfermedades neurológicas, con resultados iniciales prometedores.
Bioelectrónica intestinal: dispositivos que buscan amplificar o modular las señales bacterias-neuronas.

La medicina del futuro podría incluir menos psicofármacos y más bacterias personalizadas en cápsulas.

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Fuentes 
La conexión entre el intestino y el cerebro puede proteger la salud mental” – Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) – 2023 – Disponible en: csic.es.
¿Toda enfermedad empieza en el intestino? El estudio de científicos argentinos que confirma los alcances del ‘segundo cerebro’” – Infobae (Salud) – 2024 – Disponible en: infobae.com.
Quién es el experto argentino que impulsa una nueva medicina: ‘Sanando la microbiota intestinal se pueden curar más de 90 enfermedades’” – Infobae (Salud) – 2024 – Disponible en: infobae.com.
La conexión intestino-cerebro: un macroestudio relaciona los trastornos digestivos con enfermedades neurodegenerativas” – El País (Sección Ciencia) – 2025 – Disponible en: elpais.com.


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