Cuando el cuerpo queda expuesto: “un pacto para vivir”

Pero, ¿qué clase de pacto hicimos? ¿Cuándo, casi sin notarlo, aceptamos que otros decidieran por nosotros? El caso del fentanilo contaminado expone con crudeza las fallas de un sistema que debería cuidarnos y, sin embargo, nos deja expuestos. Enterate de muchas cosas mas en esta nota.

Actualidad27 de mayo de 2025VanelogaVaneloga

Fentanilo, laboratorios y una visita.

fentanilo_01Foto: Por segunda vez, el juez Ernesto Kreplak ordeno el allanamiento de Laboratorios Ramallo y HLB Pharma /Infobae

Nos resuena como un eco inevitable esa canción de Bersuit Vergarabat, “un pacto para vivir”. ¿En qué momento cedimos el control de nuestros cuerpos a estructuras tan opacas, tan lejanas, tan impunes? Porque lo que se pone en juego no es solo la salud individual, sino la soberanía sobre lo más íntimo: la vida misma.

Hay noticias que impactan con una fuerza silenciosa, como un golpe seco en el pecho. Nos recuerdan que el cuerpo humano, esa compleja maquinaria que habitamos, también tiene fisuras. Basta un error, una sustancia equivocada, una decisión negligente, para que lo que parecía inquebrantable se tambalee.

En ese momento, el escenario se llena de protagonistas silenciosos: los laboratorios, las farmacéuticas, las marcas que figuran en letra minúscula pero cuyas decisiones tienen un impacto gigantesco. Prometen curar, aliviar, prolongar la vida. Sin embargo, no pocas veces, lo que ofrecen termina dañando lo más elemental: la salud, la confianza, la dignidad.

En este mapa global de ensayos clínicos y desarrollos médicos, Argentina se ha convertido en un terreno fértil para la experimentación. No lo dicen solo las estadísticas, lo admiten investigadores de todo el mundo: si un producto se prueba en cien argentinos, su comportamiento puede extrapolarse al resto del planeta. La diversidad genética del país lo convierte en un laboratorio humano ideal. Pero esa virtud científica, en manos equivocadas, se convierte en vulnerabilidad. Porque detrás de cada ensayo, hay cuerpos reales. Y detrás de cada decisión empresarial, debería haber responsabilidad ética, no solo interés económico.

La tragedia del fentanilo contaminado

En los últimos días, el país se sacudió con una noticia que heló la sangre: 33 personas murieron por consumir fentanilo contaminado. El fármaco, fabricado por los laboratorios HLB Pharma Group y Ramallo S.A., estaba infectado con bacterias peligrosas. Un golpe letal en hospitales de Buenos Aires, Neuquén, Santa Fe y la Ciudad Autónoma (Infobae).

El toxicólogo Sergio Saracco fue contundente en declaraciones a MDZ Radio: “Hay que buscar la causalidad”. Y la causalidad parece apuntar a negligencias, fallos, y a un sistema que no termina de controlar lo que circula dentro de sus propias fronteras.

Las bacterias Klebsiella pneumoniae y Ralstonia pickettii fueron detectadas en la sangre de las víctimas y en las ampollas mismas del medicamento (El País). Esto llevó a la ANMAT a clausurar las plantas y suspender el producto (Argentina.gob.ar).

El silencio en el norte: bebés y pruebas sin voz

En el norte argentino, hubo historias que apenas si llegaron a circular. Pruebas clínicas realizadas en recién nacidos, con secuelas graves y en algunos casos, fatales. En comunidades vulnerables, donde no hay abogados ni portales de noticias que levanten la voz. Donde los cuerpos chiquitos se convierten en campos de experimentación sin consentimiento informado.

Una de esas historias fue el ensayo clínico de la vacuna experimental Synflorix, desarrollado por GlaxoSmithKline (GSK), que se llevó a cabo entre 2007 y 2008 en varias provincias del norte argentino, incluyendo Santiago del Estero. Este ensayo, conocido como COMPAS, tenía como objetivo evaluar la eficacia de la vacuna contra enfermedades neumocócicas en niños (Humanities and Health).

Durante el estudio, al menos 14 bebés fallecieron tras recibir la vacuna. Las autoridades argentinas, a través de la ANMAT, iniciaron una investigación para determinar si existía una relación entre las muertes y el ensayo. Aunque GSK negó cualquier conexión, se detectaron irregularidades graves en los procedimientos de consentimiento, especialmente en comunidades con alta tasa de analfabetismo donde los padres no entendían que sus hijos participaban en un estudio experimental (Pharmaceutical Technology).

Como resultado, GSK y dos investigadores principales fueron multados por “experimentación con seres humanos” y “falsificación de autorizaciones parentales”. Un capítulo oscuro que pasó casi en silencio pero que dejó una marca indeleble.

La visita incómoda de Robert F. Kennedy Jr.

Y mientras todo esto pasa, llega a la Argentina Robert F. Kennedy Jr., secretario de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos. llega para reunirse con Javier Milei, Mario Lugones, Federico Sturzenegger y Gerardo Werthein (TN).

Desde la embajada estadounidense dijeron que hablarán sobre “la reforma y desregulación del sistema sanitario, el avance de los objetivos del plan MAHA y la colaboración global en salud” (ElDiarioAR).

Pero en el mismo comunicado también se dejó en claro que Kennedy quiere hablar de alimentación y vacunas. Y nosotros los habitantes de la Nacíon queremos saber, bien de que hablan, que investigan y que pasa.

¿Cómo volver a confiar?

Estas noticias golpean porque nos recuerdan lo básico: el cuerpo es lo primero que ponemos en juego. Confiar en un medicamento, en un hospital, en un frasquito que alguien nos receta, debería ser un acto de seguridad, no un salto al vacío.

Pero ¿cómo volver a confiar después de esto? ¿Cómo no pensar que hay intereses ocultos, que se firma un contrato de confidencialidad antes que uno se entere?

Desde Mirada, planteamos estos interrogantes con la honestidad que exige el presente. Porque este es un tiempo crucial para repensar la salud, la medicina y el rol que ocupan en nuestras vidas. Lo que está en juego no es solo la eficacia de un tratamiento, sino la confianza colectiva, el respeto por los cuerpos y el derecho a ser cuidados con dignidad. Es momento de imaginar —y construir— una nueva forma de cuidarnos. Una que no sea negocio, sino vínculo. Una que no sea estrategia, sino compromiso. Porque de eso depende, a vida misma.

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